Informamos sobre los cultivos más productivos en Baleares para poder diseñar proyectos de agrivoltaica

30 de septiembre de 2025

Rendimientos Agrícolas en las Illes Balears

La agricultura en las Illes Balears desempeña un papel esencial en la seguridad alimentaria, la preservación del paisaje y la identidad cultural del archipiélago. Sin embargo, su desarrollo está condicionado por factores estructurales como la insularidad, la limitación de suelo cultivable y la escasez de recursos hídricos, a lo que se suma la presión derivada del turismo, motor económico de la región y principal consumidor de alimentos frescos.

En este escenario, el rendimiento agrícola se consolida como un indicador clave para evaluar la eficiencia y la competitividad de los sistemas productivos. Analizar el rendimiento de los cultivos permite comprender no solo su aportación al sector agroalimentario, sino también su capacidad de adaptación a un contexto marcado por la variabilidad climática y la elevada demanda estacional.

La apuesta por soluciones innovadoras, como la diversificación de cultivos hortícolas y la integración de sistemas agrivoltaicos, abre nuevas oportunidades para reforzar la resiliencia del sector. Iniciativas como el proyecto ATERRA, impulsado por el Clúster TEIB y la UIB, muestran cómo la combinación de producción agrícola y energía renovable puede optimizar el uso de un territorio con recursos limitados.

En paralelo, el Plan Estratégico de la PAC de España (PEPAC) 2023–2027 impulsa la transición hacia modelos más sostenibles, fomentando prácticas de gestión eficiente del agua y la biodiversidad, así como la producción integrada. Estos avances sitúan al rendimiento agrícola en el centro de la planificación, ofreciendo una herramienta fundamental para orientar las políticas agrarias y consolidar un modelo productivo más resiliente en el archipiélago.

Factores que influyen en el rendimiento de los cultivos

Los rendimientos agrícolas en las Illes Balears no dependen únicamente de la elección del cultivo, sino también de factores estructurales propios del territorio, como la disponibilidad limitada de agua, la fragmentación parcelaria o la creciente presión de plagas y enfermedades asociadas al cambio climático. Sin embargo, un elemento especialmente relevante para comprender la productividad en el contexto mediterráneo actual es la tolerancia de los cultivos a la sombra, ya que condiciona directamente su capacidad de mantener rendimientos estables en entornos de radiación reducida, como los que pueden darse en sistemas innovadores como la agrivoltaica.

Un metaanálisis reciente (Laub et al., 2022) propone una clasificación de los cultivos en diferentes grupos según su respuesta a la reducción de la radiación solar (RSR, Reduction in Solar Radiation): muy alta, alta, moderada, media, baja y muy baja. El RSR se expresa como el grado de sombreado al que se expone el cultivo —desde 0% (pleno sol) hasta 90% (sombra muy intensa)— y permite relacionar la productividad con diferentes escenarios de iluminación. Para ello, los modelos representan curvas de respuesta que incluyen también intervalos de confianza al 95%, lo que refleja la variabilidad estadística de las predicciones.

Muy Alta

Alta

Moderada

Media

Baja

Muy Baja

Las curvas de respuesta permiten visualizar cómo varía el rendimiento relativo de los distintos grupos de tolerancia a medida que aumenta la reducción de radiación solar. El metaanálisis de Laub confirma que esta respuesta no es uniforme: hortalizas de fruto y árboles frutales pueden beneficiarse de reducciones moderadas de radiación de hasta un 30%, mientras que los cultivos de hoja y tubérculos muestran una mayor sensibilidad y apenas toleran descensos sin comprometer su productividad. En cualquier caso, cuando la reducción supera el 50%, prácticamente todas las especies experimentan pérdidas significativas de rendimiento, lo que establece un límite claro para su viabilidad en condiciones de sombra intensa.

Este marco general ofrece una base científica para comprender cómo se comportan los distintos tipos de cultivos frente al sombreado. A partir de aquí, resulta pertinente centrarse en el caso concreto de las Illes Balears, identificando cuáles son los cultivos que destacan por su elevada productividad media por hectárea y explorando cómo estas características pueden condicionar su papel estratégico en el futuro agrícola del archipiélago.

Cultivos más productivos de la región

El análisis de rendimientos en Baleares (Conselleria d’Agricultura y MAPA, 2024) permite reconocer los cultivos con mayor productividad y su evolución en los últimos años. Para el cálculo de los rendimientos se ha utilizado la información del Estudio sobre las Superficies y Rendimientos de Cultivos en España (ESYRCE), que ofrece la superficie cultivada en hectáreas y la producción total en toneladas. A partir de estos valores, el rendimiento medio se obtiene al relacionar la producción con la superficie cultivada, expresándolo en kilogramos por hectárea.

De este modo se identifican cinco especies hortícolas estratégicas que, además de su elevado potencial, muestran dinámicas diferenciadas frente a las condiciones climáticas y de manejo en el archipiélago.

Tomate - 23.063 kg/ha

Cultivo hortícola emblemático en el Mediterráneo. En Baleares sobresale la variedad “Ramallet”, asociada a la gastronomía tradicional y protegida bajo marcas de calidad diferenciada.

Patata - 39.224 kg/ha

Tubérculo de elevado rendimiento y estabilidad productiva. Destaca la IGP “Patata de Mallorca”, reconocida a nivel europeo por su calidad diferenciada y valor de exportación.

Lechuga - 22.947 kg/ha

Hortaliza de hoja verde de rápido crecimiento y rotación múltiple anual. Cultivada de forma extendida en sistemas intensivos insulares, constituye un pilar de la producción hortícola local.

Sandía - 20.646 kg/ha

Cucurbitácea de ciclo estival con alta eficiencia productiva en regadío. Se integra en la oferta hortícola balear de temporada, vinculada a circuitos de proximidad. 

Calabacín - 15.433 kg/ha

Cucurbitácea de ciclo corto y elevada productividad. Representa un cultivo estratégico en la diversificación hortícola balear, especialmente en explotaciones mixtas reguladas en el marco del PEPAC.

La evolución de rendimientos registrada en los últimos años (2021-2024) refleja comportamientos diferenciados entre los principales cultivos productivos de Baleares. La patata se mantiene como el cultivo más estable y resiliente, consolidando su papel estratégico en la región. La lechuga presenta rendimientos elevados y relativamente constantes, con ligeras variaciones que confirman su eficiencia en ciclos cortos y sucesivos. En la sandía se observa una caída proporcional al transcurso de los años, lo que evidencia su mayor dependencia de la disponibilidad hídrica en periodos de riego intensivo. El tomate muestra una tendencia ascendente moderada, impulsada por la adaptación varietal y las mejoras en las prácticas de cultivo. En cambio, el calabacín, tras mantenerse en valores altos y estables en los primeros años, experimenta una disminución destacada en 2024, lo que sugiere una mayor sensibilidad frente a condiciones de estrés climático. Estas diferencias ponen de relieve la importancia de considerar tanto la estabilidad interanual como la vulnerabilidad climática en la planificación agrícola del archipiélago.

Evolución de rendimiento por cultivo (2021-2024)

Autosuficiencia alimentaria y papel de la agrivoltaica en Baleares

El turismo balear, con cerca de 120 millones de pernoctaciones anuales según el último informe publicado por la Agencia de Estrategia Turística de las Illes Balears (AETIB), genera una presión alimentaria que supera con creces la capacidad de la producción agrícola insular. Según estimaciones realizadas en el marco del proyecto ATERRA, la demanda turística anual alcanza unas 12.500 toneladas de tomate, 2.400 toneladas de lechuga, 1.800 toneladas de calabacín y más de 16.000 toneladas de sandía. Frente a estas cifras, la producción local solo cubre en torno al 40 % de la lechuga y el tomate, el 28 % de la sandía y hasta un 80 % en el caso del calabacín.

Esta brecha se traduce en un fuerte volumen de importaciones. Los datos oficiales muestran que, solo en 2022, las Illes Balears importaron más de 8.400 toneladas de hortalizas frescas (7,9 M€). En frutas como sandías, las importaciones alcanzaron más de 5.300 toneladas, con un valor superior a 15 M€. Estas cifras reflejan cómo el déficit entre producción local y demanda —especialmente turística— se cubre de forma sistemática con productos procedentes del exterior.

En este escenario, la agrivoltaica se presenta como una estrategia clave para reducir la dependencia de importaciones y reforzar la seguridad alimentaria insular. Al compatibilizar la producción agrícola con la generación de energía renovable en un mismo espacio, permite optimizar el uso del suelo disponible y mejorar la resiliencia climática de los cultivos. 

De este modo, el cruce entre datos de rendimiento, demanda turística e importaciones muestra no solo la vulnerabilidad actual del sistema agroalimentario balear, sino también la oportunidad de avanzar hacia un modelo más autosuficiente, sostenible y adaptado al contexto insular.

Este proyecto ha recibido financiación de la convocatoria para la concesión de ayudas para financiar proyectos innovadores por medio de la cooperación, con el objetivo de buscar, implementar y digitalizar soluciones innovadoras sostenibles en los establecimientos turísticos de las Islas Baleares en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) financiado por la Unión Europea Next Generation EU.

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